-No me voy a andar con mamadas:
si ustedes votan por mí, seré un gobernante de manga ancha y vista gorda.
Un murmullo de
indignación inundó el auditorio. El Licenciado Godìnez sonreía mostrando un
colmillo chueco y exagerado, creciendo dentro de su boca como una metáfora
acertada de su calidad moral.
A nadie le
sorprendió la designación de Godínez como candidato, pues si bien no había
ganado las elecciones internas de su partido, tenía el poder necesario para
comprar descaradamente la candidatura. Las arriesgadas declaraciones en su
discurso de apertura, en cambio, dejaron a todos con la boca abierta. El
Licenciado Godínez esperó el efecto provocado por su atrevido inicio de
discurso, deleitándose en la indignación de la concurrencia esparciéndose como
una epidemia. Al terminar el rumor sonrió desagradablemente, se hurgó las
narices, escupió y prosiguió con el mitin:
-A ver, pinches
hipócritas: ¿Pa qué se hacen pendejos? Bien que saben quién les conviene
pa “preciso”. ¿O què? ¿Me van a venir con sus pinches baños de pureza a decirme
que ustedes nunca han sobornado a un policía? ¡Ay, no mamen…!
Godìnez eructó
esbozando su sonrisa burlona mientras el auditorio se iba vaciando paulatinamente,
e incluso se dio el lujo de esperar la salida de quienes dejaban indignados el
auditorio tras su cínica y ofensiva declaración, antes de proseguir con su
discurso. No se sorprendió al quedarse sólo con una docena de personas, entre
militantes y funcionarios del partido, congregados en la sede nacional del
instituto político. Algunos funcionarios se levantaron indignados en cuanto
vieron las cámaras de la prensa, y azotaron estruendosamente el folleto proselitista
de Godínez, con la esperanza de ser tomados en cuenta para suceder a su “Hombre
Fuerte” después de semejante suicidio político. Godínez continuó el discurso
repitiendo más o menos lo mismo, pero sobre todo, garantizando que de elegirlo
a él, todo en el país seguiría igual. De hecho su lema de campaña resumía su
estrategia electoral durante los siguientes meses: “Cambiar pa que todo siga
igual”, lema pegajoso y hueco, óptimo para participar en un juego del cual
todos buscan beneficiarse.
La campaña de
arrancó de manera por demás polémica con aquel mitin, legendario al transcurrir
el tiempo. A pesar de que la popularidad del viejo político descendía en las
encuestas mientras los expertos en mercadotecnia política se comían las uñas,
rogándole a su cliente cambiar el tono de su campaña; Godínez no hacía sino atizar
y promover la imagen de cínico forjada durante toda su carrera política.
Entretanto los
rivales se relamían los bigotes, desentendiéndose de la aparentemente nula
amenaza representada por Godínez en sus propias agendas, para encarar una de
las elecciones más apretadas en la historia reciente del país. Godínez ya no
preocupaba a ninguno de sus rivales. Los opositores, cuyas tendencias políticas
no vale la pena describir, trataban de ganarse al electorado con promesas de
cambio, asegurando que ellos sí terminarían con la corrupción reinante en el
país, prometieron una economía sólida en caso de llegar al poder, ofrecieron
que el peso de la opinión popular estaría a la par del de la clase política. Se
olvidaron del candidato oficial para enfocarse en seducir a la población con
sus propias promesas y descalificaciones al resto de los contendientes.
Casi a la mitad
de la contienda electoral los tres candidatos fueron convocados por el Órgano
Electoral para realizar un debate. El día de la cita, los tres tomaron su lugar
frente a sendos podios preparados para la ocasión. A diferencia de sus rivales,
Godínez llegó vestido de manera informal. No iba sucio, al menos en sus
términos, pues la higiene era un concepto extraño para él; pero tampoco parecía
muy preocupado por dejar una buena impresión en el evento. El debate comenzó:
-Nnnnuestra
principal preocupación –comenzó el hombre, arrastrando la “n” como si se
tratase de un automóvil disponiéndose a arrancar a una velocidad considerable-
será erradicar la corrupción en el servicio público, hacer eficiente la
recaudación fiscal, y actuar con transparencia. Eliminaremos la discriminación,
a la que mis opositores parecen ser tan afectos. Daremos apoyos a los “adultos
mayores”, proporcionaremos recursos a las “jóvenes amas de casa”, seremos
amigos del pueblo, al que con gusto entregaremos el poder en caso de así demandárnoslo,
y combatiremos el lacerante brazo de la violencia que el partido en el poder ha
permitido y fomentado desde su irresponsable desgobierno en nuestro país…
Una estruendosa
ovación llenó el auditorio antes de dar paso al siguiente orador. El candidato,
vestido con un elegante traje gris y unos lentes que le daban un aire de
superioridad intelectual, aspiró profundamente antes de empezar su discurso:
-Nuestra
preocupación, como la de todo el pueblo no es la de buscar culpables, sino
encontrar soluciones. No diré que no se han cometido errores, Señor Candidato
1, pero han sido errores solapados por usted y su partido. No es mi intención,
sin embargo, iniciar una pugna, porque este país solo saldrá adelante con la
voluntad decidida de todos sus habitantes. Y si esa voluntad dictamina que sea
un servidor quien coordine los esfuerzos de esta Patria pujante y noble, entonces
el pueblo habrá optado por la reconciliación y la unidad, por encima de la
pugna y la división. Mi gobierno será incluyente y abierto: tardo para la ira,
pero pronto para el perdón.
Una nueva
ovación se escuchó en el recinto cuando Godínez tomó la palabra. Con su panza
fofa y su pinta de desempleado, tomó el micrófono y comenzó su participación
con un discreto eructo. Hizo una ceremoniosa pausa, antes de empezar:
-Son ustedes un
par de pendejos –dijo sin la menor consideración ni etiqueta- y mentirosos,
además. ¿Quién se va a creer esas mamadas de la “unidà”, “los esfuerzos”,
“unidos somos chidos..:” ¡No mamen! Pura baba de perico pa endulzarle las
orejas a esta bola de votantes pendejos. Pero si ustedes son brutos por hacerle
al pinche mártir, más idiotas ellos por creerles… ¿Saben por qué ustedes y yo
estamos aquí paradotes haciéndole al cuento frente a esta bola de culeros…?
¡Porque ellos lo permitieron! Le hacen mucho a la mamada de que si los buenos
somos nosotros, que si los buenos somos más, que pobrecitos de nosotros, que
los políticos son bien hijos de puta… ¡No mamen! Si los primeros en andar
haciendo chingadera y media en la casa, en la chamba, en la cola de las
tortillas, son ustedes, cabrones. Total: si al país se lo carga la Chingada, la
culpa es de los políticos, ¿Qué no? Mientras ustedes andan de putos mártires,
rascándose los tanates, mentándonos la madre, hablando, hablando, hablando…
Yo no les voy a bajar las pinches perlas de la puta virgen: si llego a la
Grande, no les prometo: les aseguro, que todos vamos a seguir haciéndonos
pendejos cómodamente. Las cosas van a seguir igual y me pueden echar la
culpa de lo que se les hinche el huevo. Total: yo me voy a cobrar “a lo chino”
sus mentadas de madre…
El auditorio se
quedó en silencio. Godínez bajó del podio y se retiró. Después de unos súbitos
comerciales mientras invitados y televisora se recuperaban de la impresión, el
debate continuó con los dos candidatos restantes.
La derrota de
Godínez parecía inminente. El día de la elección se registró una jornada
relativamente tranquila, con incidentes aislados y una participación
multitudinaria. La gente estaba acudiendo a votar de manera copiosa, pero la
gran mayoría de los votantes salían del cubículo encogidos y como queriendo esconderse;
o bien erguidos y sonrientes, pero con una mueca cínica en el rostro.
Al terminar la
jornada electoral la oficina de Godínez era un hervidero de frustración y
decepciones. Solamente el candidato permanecía ecuánime, incluso contento.
Todos en el partido lo habían abandonado. Sólo los más dependientes permanecieron
al lado de su señor, pues dejarle significaba sucumbir.
Las cosas
empezaron a cambiar cuando llegaron los primeros resultados del conteo
preliminar: El secretario personal del candidato leyó las primeras cifras ajustándose
los anteojos, incrédulo frente lo escrito en el boletín de resultados del
Órgano Electoral: Godínez aventajaba a sus opositores. Y no se trataba de una
ventaja mínima: el primer resultado arrojaba una diferencia de treinta puntos
porcentuales a favor del viejo político respecto a su más cercano competidor. Lejos
de sorprenderse, Godínez se pavoneaba, repartiendo una serie de “se los dije,
pendejos” por toda la oficina.
El ambiente en
los cuarteles de los opositores era muy distinto: reinaban la desesperación, la
incredulidad y la indignación. Los candidatos acordaron por teléfono una
alianza para desenmascarar el fraude de Godínez; pero nunca se llevó a cabo
pues incluso al negociar por teléfono, fueron incapaces de conciliar su tajada
del pastel en caso de prosperar en su cometido. Y si bien ambos candidatos se
presentaron muy ecuánimes a anunciar que sólo se trataba de un conteo
preliminar sin validez oficial, los números a favor de Godínez aumentaban al
paso de las horas. Al final del día la victoria era clara, inobjetable,
aplastante.
Como cada
elección los perdedores salieron ante las cámaras a declarar sus intenciones de
impugnar el resultado: aquello era sin lugar a dudas un fraude perpetrado por
Godínez y sus allegados en el Poder. El ganador en cambio, se limitó a salir y
gritar estruendosamente: “¡A huevo, pendejos! ¿Quién es su padre…? ¡Jajajajajaja!”,
sin hacer declaraciones. En el país se respiraba una calma muy extraña: nadie
salió a las calles a vitorear al ganador; pero tampoco hubo protestas
multitudinarias de los opositores. En cambio, se respiraba un extraño y lúgubre
silencio, flotaba en el ambiente una generalizada sensación de culpa.
El Órgano
Electoral declaró Presidente Electo a Godínez a pocas horas de la histórica
jornada. El margen de victoria no daba pie a alguna duda de su triunfo, y las
pruebas presentadas por la oposición fueron desestimadas rápidamente dada su
fragilidad. Sin grandes ceremonias, festejos o protestas, el viejo Godínez
recogió la constancia de mayoría como Presidente Electo. Y como era de
esperarse, los medios lo abordaron para someterlo a las obligatorias
entrevistas.
Godínez acudió
al noticiero político de moda con una entrevistadora famosa por ser polémica y contestataria
al enfrentarse al Poder desde su programa. Godínez arribó en su calidad de
Presidente Electo, y con su característica prepotencia, se comportó como el
gañán que siempre había sido, lo cual indignó todavía más a su anfitriona.
-Señor Presidente
Electo –dijo la mujer con un evidente tono sarcástico al pronunciar las últimas
dos palabras- la primera pregunta que me viene a la cabeza es esta: ¿Cómo explica
su contundente victoria a pesar de lo agresivo e incluso ofensivo de su
campaña…?
Fiel a su
costumbre, Godínez eructó antes de responder:
-Mire chulita: si
usted quiere hacerse pendeja ta bueno; pero no me quiera venir a tratar a mí
como tonto. Usted quiere preguntarme cómo hice el fraude, pero lamento decepcionarla:
no hubo fraude. Pude haberlo hecho: me sobran mañas y güevos pa hacer lo que
sea con tal de conseguir lo que quiero. Y si hubiera hecho fraude, pos vengo y
se lo digo cagado de la risa, que una cosa es que lo haya hecho y otra que me
lo prueben. Y si me lo prueban quiero ver si me quitan la Grande o me meten al
bote a mí, o a los pendejos que hicieron el fraude. Si bruto no soy.
-¿Insinúa usted
que su campaña de odio convenció a la sociedad civil?
-¡A huevo! ¿Y
sabes qué hizo la diferencia, mi reina…? La honestidad. Si, la honestidad: yo
podré ser muy hijo de puta, pero fui el único que le ofreció a esta bola de agachones
lo que querían oír. ¿O qué? ¿A poco si votaban por los otros dos les iban a
creer todas sus mamadas? En este pinche país sobran baquetones, lángaros, güuevones,
cinicazos como yo; y farsantes necesitados de políticos ladrones y corruptos
para seguir haciéndole al cuento con sus dizque protestas. Siempre lo he dicho:
esta bola de cabrones puede soportar que uno les robe en su pinche carota,
mientras tengan a quién culpar. Así funciona este país, y así seguirá
funcionando siempre…
-¡Pero te la has
pasado insultando, provocando y descalificando! ¡No es posible que la gente
haya votado por eso …!
-Fíjate cómo me
hablas, no somos iguales. Pero tienes razón: nadie votó por un cambio porque a
nadie le conviene. Incluso tú, pendejita: seguramente votaste por mí. Jajajaja,
por la pinche cara que pusiste, lo puedo asegurar. No me sorprende: soy ideal
pa que sigas con tu teatrito. Es más: ya sé que un día de estos vas a amanecer
con ánimo chingativo, vas a soltar alguna pendejada sobre mí, te voy a sacar
discretamente del aire, te vas a hacer la mártir, te van a contratar en otro
canal, vas a ganar respeto, a aumentar tu rating, y yo voy a quedar como el
malo pero voy a seguir robando. ¡A toda madre, todos ganan! Porque hasta a esta
bola de agachados le vamos a dar “chow”. ¿A poco no es este un país re bonito?
¿A poco no vivimos en el país perfecto? ¿No es bien suave la democracia…?
La entrevista
terminó. Godínez escupió sobre el piso laminado del estudio y se fue escoltado
por su equipo de seguridad, a preparar su toma de posesión.